Como ayudar a los niños a afrontar sus sentimientos

Las emociones que sentimos pueden ser fruto de un acontecimiento o de la  forma en que vivimos los que nos pasa. Como las interpretamos y las decisiones que tomamos  a raíz de esa interpretación irán marcando el ritmo de nuestra vida. De ahí la importancia de la educación emocional en la infancia y su repercusión a largo plazo.

El comportamiento de los niños es el reflejo de cómo se sienten. Poco a poco deben ir aprendiendo a identificar sus emociones negativas y , de esta forma,  autorregular su comportamiento.

Hay algunas formas mediante las cuales podemos ayudarles en este proceso:

Cuando un niño expresa sus sentimientos no debemos emplear argumentos  para convencerle de lo contrario: “esta película es aburrida” “No es verdad, fue divertida. Además fuiste tú quien la pediste”. De esta forma les estamos enseñando que sus sentimientos no son valiosos y que no deberían sentirse como se sienten.

Si empleamos argumentos  para intentar modificar sus reacciones, les estamos transmitiendo que esos sentimientos no son aceptados por los demás y por lo tanto deben dejar de expresarlos de forma abierta y natural. Es decir,  estamos estableciendo categorías entre las emociones “positivas y aceptables” y aquellas “negativas” que no  deberíamos mostrar a los demás.

Cuando un niño expresa espontáneamente cómo se siente ante una situación concreta  no es el momento de dar consejos o indicar que deben hacer. La simple expresión de la emoción y la sensación de ser escuchados y comprendidos puede ser necesaria para  que el niño comience a tranquilizarse.

Es conveniente no negar sus sentimientos “no llores, no hay razón para enfadarse”. En su lugar, escucha lo que necesita decir demostrando interés en el punto de vista del niño y en lo que cuenta. Después, ayúdale  a darle nombre a los sentimientos que experimenta, proporcionándole un vocabulario que le permita expresar sus emociones.  Puede ser útil resumir en una frase la situación de una forma objetiva  “que te esfuerces en algo y no te salga como esperabas puede ser frustrante”, “da mucha rabia cuando te quitan algo sin permiso”.

En esta ocasión se trata de favorecer la expresión de las emociones por lo que no es el momento de juzgar la situación o valorar su comportamiento, es decir, no es el momento de hacer acusaciones del tipo  “no te quejes, empezaste  tú”, “la próxima vez tienes que estudiar más”.

Una estrategia  interesante es darles la oportunidad de imaginar cómo les gustaría que fueran las cosas. Evocar escenarios alternativos les ayudarán aliviar el malestar y a generar soluciones propias: “ cuando mis compañeros me quitan mis cosas me gustaría decirles…..”

Una forma de demostrar nuestra empatía y de hacerles sentir que sus emociones son comprendidas y aceptadas es hablarles de nuestros propios sentimientos, contándoles situaciones de nuestra vida en las que nos hayamos sentidos de la misma forma. Lo haremos de forma breve y concisa, haciendo hincapié en como ese acontecimiento nos hizo sentir, no en como actuamos: “ayer me sentí muy triste porque perdí un reloj que me regalo el abuelo”

Es importante dejar que lleguen ellos mismos a la forma de resolver el problema. Como adultos tendemos  a proporcionales las soluciones, sin embargo, es necesario que controlemos la ansiedad que las situaciones conflictivas pueden generarnos, ya que  lo valioso, en este caso, es el proceso por el que los niños aprenderán  a poner nombre a sus emociones y a manejar situaciones futuras de forma cada vez más eficaz y autónoma.

De esta forma transmitimos a los niños  la idea de que  todas las emociones tiene un valor en nuestra vida, que habrá múltiples ocasiones en las que experimentarán todas ellas  (alegría,  enfado,   ilusión, frustración) y que todas podemos obtener algo provechoso si sabemos cómo.

Todo esto no significa que no actuemos antes  los compartimientos que no consideramos aceptables. Esto será el siguiente paso, una vez que el niño se haya tranquilizado y haya elaborado sus propias alternativas podremos establecer las consecuencias que consideremos oportunas.